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Foto: gasherbrum II. Expedición GI, año 2004. |
VUELTA A CASA
En el Himalaya todo cambia, en ocasiones, a velocidad de vértigo.
Ayer íbamos lanzados a buscar la gloria del Gasherbrum
y hoy ya estamos haciendo el bidón de vuelta a casa. ¿Qué
ha pasado? Lo peor que puede ocurrir, sólo aquello que
no tiene remedio. La muerte ha arrojado su negro manto sobre estos
nevados paisajes. El grupo de alemanes que iba un día por
delante nuestra ha sufrido una terrible tragedia. La nieve fresca
acumulada y el mal tiempo general reinante, ha desencadenado el
accidente. La ruta se les ha caído encima, en forma de
miles y miles de toneladas de nieve, arrastrando a dos de sus
miembros a los infiernos e hiriendo a varios de ellos. Entre estos,
Hiro, un viejo conocido, con el que tuve la fortuna y el honor
de escalar el Gasherbrum I hace unos años. Ahora se debate
entre la vida y la muerte camino del campo base.
Los que regresan de arriba, cuentan los horrores vividos, la peligrosidad
del terreno superior y renuncian a seguir subiendo. Yo hablo con
mi gente. Creo que la experiencia me avala y sé cuando
hay que arriesgar y cuando es gratuito hacerlo. Observo la parte
final de la montaña. Cientos de metros de nieve inestable
quedan por encima, la previsión apunta a una semana de
mal tiempo, el campo base queda casi en soledad. No tengo dudas.
No voy a arriesgar mi vida, ni la de mi gente en un ataque suicida
con nulas posibilidades de éxito. En condiciones normales,
el GII no es un ochomil complicado. De hecho, se sube bastante.
Este año aún permanece virgen. Está claro.
No es una buena temporada. No hemos perdido nada, sólo
unos días tras la cumbre del Broad Peak y hemos tenido
mucha fortuna. Seguimos vivos. Volvemos casa, a reencontrarnos
con los nuestros, a celebrar la cima de un ochomil, a festejar
que podemos seguir respirando, soñando y subiendo montañas.
Solo espero que mi compañero japonés salve la vida,
que aguante como lo ha hecho hasta ahora y que esta montaña
no se lleve también la vida de este bravo guerrero.
Quedará una batalla pendiente aquí, en los confines
del Karakorum. Pero, no será ahora cuando la libremos.
Carlos Pauner
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