carlospauner.com  Kangchenjunga 97: la cara norte

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Primer ochomil

Qué magnífica montaña el Kangchenjunga! Paradojicamente, esta difícil y gran montaña, tercera altitud del planeta, se convirtió para mi en la primera toma de contacto con una cumbre de más de ochomil metros.
El grupo: Mikel Zabalza, Julián Beraza, Iñaki Otxoa de Olza, Carlos Pauner y Xabi Guembe
En este año 97 ya tenía planeado salir hacia un ochomil, concretamente al Broad Peak (8.047 m) durante el verano. No obstante, el destino hizo que unos buenos amigos de Pamplona que ya habían preparado la salida al "Kangchen" para la primavera, me propusiesen amablemente unirme a esta gran aventura. No fue una decisión fácil. Por un lado, la ilusión sin límites de conocer esta exótica montaña en compañía de unos buenos escaladores y por otro, las dudas inherentes al hecho de ir por primera vez a una cumbre de estas características. Como suele pasar, siempre gana la ilusión y el desafío, así que nada, tres meses antes de lo previsto, ya me encontraba rumbo a la cordillera del Himalaya, para estrenarme como ochomilista en nada menos que el Kangchen, con sus 8.586 m de altura. El reto estaba servido.

 


La aproximación

Por primera vez en Nepal, para mi todo era nuevo y excitante. El bullicio de Kathmandu, su ambiente acogedor y frenético al mismo tiempo. Que poderosa sensación de sorpresa y de descubrimiento se tiene cuando se llega allí por primera vez!
Unos cuantos trámites en los ministerios y partimos hacia el pie de la montaña. Es una aproximación preciosa, donde se recorre el valle del río Tamur durante más de 14 días.
Es una región lejana a los circuitos habituales de trekking, por lo que está poco transformada y se puede disfrutar de unos pueblos y aldeas acojedores y en un estado primigenio. Xabi, Iñaki, Julian, Mikel y yo mismo, disfrutamos de unos bellos días de tranquilidad y de amistad por esta espectacular zona de Nepal.
Con nuestra larga caravana de porteadores fuimos ganando altura, partiendo desde los 800 m sobre el nivel del mal.
Chirwa, Amjilasa, Ghunsa, Lhonak, poblados donde finalizaban nuestras etapas y donde disfrutamos de la compañía de unas gentes amables, alegres y dispuestas a enseñarnos una forma de vida muy distinta a la nuestra.
Poco a poco, llegamos hasta nuestro campo base, situado en un prado junto al glaciar del Kangchenjunga, en Pangpema y a una altura de 5.100 m.
Frente a nosotros toda la cara norte del Kanchenjunga, con sus glaciares colgantes y sus 3 kilómetros y medio de desnivel que deberiámos escalar en los próximos 50 días.

 

La escalada

La ruta elegida fue la británica de la cara norte, la que sube al collado norte y sigue la arista hasta la pirámide somital. Es una ruta elegante, abierta por Boardman, Scott y Tasker en el año 1979. Su dificultad es elevada, pero la seguridad también es relativamente alta, debido a que evita, en su mayor parte, el peligro de avalanchas que posee esta vertiente. Colocamos el campo 1 a unos 5.800 m, en un incierto lugar bajo las grandes paredes de hielo de esta cara septentrional.

Tras pasar un terreno peligroso, con grietas y avalanchas, nos situamos en una zona mucho más segura. Es el muro de 1.000 m de desnivel que lleva hasta el collado norte, a 7.000 m y punto donde colocamos el campo 2. Es una pared de hielo y roca muy vertical, de una dificultad similar a la de la cara N de las Courtes o las Droites en los Alpes, cuya escalda nos llevó un buen número de días. Fijando con cuerda todo este muro, eramos capaces de regresar al campo base con rapidez y seguridad, en unas 3-4 horas desde el campo 2. Escalar y equipar esta pared, sin la ayuda de ningún porteador de altura, nos supuso un gran esfuerzo, pero a cambio nos propició una gran aclimatación a la altura, puesto que pasamos mucho tiempo trabajando entre 6 y 7.000 m de altura, descansando en cotas más bajas.

El final

Una vez equipada la ruta hasta el campo 2, nos preparamos para atacar la cima, hacia principios del mes de mayo. Salimos del collado norte a 7.000 m y fuimos ascendiendo por la preciosa arista que lleva hacia el norte. Cabalgamos entre dos mundos muy distintos, entre la India y Nepal, eso si, azotados en todo momento por un viento inmisericorde, que no dejó de soplar en toda la expedición. La búsqueda del itinerario, el frio y la dureza de la ruta, nos obligaron a vivaquear a 7.800 bajo la protección de una minúscula tienda. La noche fue larga y fría y el viento acabó destrozando nuestro pequeño refugio, y las primeras congelaciones afectaron a algunos miembros del grupo que pusieron punto final a la expedición en este momento. Retirada, descanso en el campo base y de nuevo a la carga, esta vez ya a mitad de mayo.
Con más fortuna, conseguimos subir por la arista y escalar una parte difícil y comprometida conocida como "el castillo", zona rocosa muy vertical y de mucha dificultad (7.900 m). Colocamos en un gran campo de nieve lo que será nuestro fugaz campo 3 a 8.000 m y pasamos tirtando una fría y venteada velada. En plena noche, salimos hacia la cima, cogiendo el corredor que se empina por la pirámide final con dirección a las grandes torres de roca de la arista. El viento no cesa e incluso va aumentando, haciendo cada movimiento muy difícil y llegando hasta a tirarnos con su fuerza. Es como si quisiera echarnos de la montaña y la sensación térmica de estos 30-40 grados bajo cero con un vendaval azotándonos, nos hacen comprender claramente que no vamos a llegar arriba.
Así que a las 6 y media de la mañana, decidimos darnos la vuelta y regresar a la vida, descendiendo de la cota 8.300 hasta la seguridad de nuestro campo base.
El tiempo empeora, las fuerzas ya están agotadas y decidimos partir, abandonando esta preciosa montaña, pero con la sensación de haber disfrutado escalando en ella, de haber estado a la altura de esta pared y con a seguridad de volver a esta cumbre en otra ocasión. Regresamos satisfechos.