|
PUNTO Y SEGUIDO
Punto y seguido, así ha comenzado esta expedición
al Nanga Parbat. Hace menos de 15 días abandonaba las montañas
del Nepal y casi sin solución de continuidad, ya estoy
en sus hermanas de Pakistán. Ha sido un descanso muy breve,
suficiente para recobrar un poco de vida y suficientemente corto
para no perder el embrutecimiento que te aporta una expedición.
Bromeábamos este año en el Everest diciendo que
nos habíamos morrenizado (dicese del proceso de cambio
y degradación mental que se sufre al vivir durante suficientes
días sobre una morrena de piedras en un glaciar) y a fe
mia que fue así. Para bien o para mal, ese estado sigue
vigente y a la hora de encarar esta expedición, me ha servido
para evitar el doloroso trance que supone perder ciertas características
del ser humano normal, puesto que ya las he perdido con anterioridad.
En definitiva, todo esto se traduce en que, sorprendentemente,
ya no me ha incomodado llegar a Islamabad con 45 grados de temperatura,
ni me he enterado del viaje de 12 horas en un axfisiante autobús
A hasta Chilas, ni he parpadeado al volver a comer de nuevo ese
característico arroz picante propio de estas tierras, y
es más, incluso he disfrutado realizando todos los trámites
con las cargas, porteadores y demás embrollos. Todavía
soy un animal de morrena y tan sólo pienso en el momento
de comenzar a ascender hacia esta hermosa cima, sin que nada me
pueda desviar de este objetivo. Podría parecer que soy
un digno candidato a sentarme en un diván de una consulta
psicológica, pero aunque probablemente sea así,
estoy convencido que este estado me va a dar la energía
suficiente como para hacer un papel memorable en esta montaña.
Por cierto, hablando de la montaña. Cómo están
las condiciones? Bueno, pues el parte de guerra no es lo que se
dice bueno. En el campo base tienen casi dos metros de nieve y
sigue nevando, según nos han contado. Como ha sido una
primavera muy mala, toda la cordillera está muy cargada
de nieve y esto, en una montaña como el Nanga Parbat, es
muy preocupante, puesto que el riesgo de avalanchas en esta temporada
va a ser enorme. Vamos a tener que andar muy pendientes de lo
que tenemos sobre las cabezas y saber medir muy bien el riesgo
existente en cada tramo de la ascensión. Ni que decir tiene
que el trabajo de abrir huella en nieve profunda va a ser duro
e imprescindible. En pocas palabras, la primavera no fue buena
en Nepal, tampoco lo ha sido aquí y tiene visos de que
lo que nos queda sea todavía bastante duro. Pero Abueno,
así son estas montañas y hay que aceptarlo como
viene, prepararse mentalmente para una gran expedición
y hacer acopio de paciencia y buen sentido de la montaña.
Definitivamente, creo que el grado de asilvestramiento que me
he traído hasta aquí va a venir de maravilla para
lo que ha de llegar, e incluso puede que sea poco y haya que conseguir
más (en unos días está hecho). De momento
no hay que darse mal. Pronto llegaremos al campo base, nos juntaremos
con los amigos que ya llevan ahí unos cuantos días
soportando nevadas y podremos valorar con certeza la situación.
Creo que de momento no disfrutaremos de la hierba del campo base,
pero estoy convencido que al final aflorará y que la aventura
se tornará más benévola. Seguimos caminando
por este hermoso valle de la vertiente de Diamir, acompañados
de nuestros porteadores armados con fusiles (al principio da un
poco de impresión, pero parece que no va con nosotros la
cosa) y esperando ya ver esta gran pared que va a ser nuestro
sueño y destino. Estoy contento de volver a ver a muchos
viejos amigos de Pakistán, de poder contemplar sus desolados
paisajes y de caminar hacia una gran montaña, donde sin
duda, vamos a vivir días gloriosos. Espero que la suerte
no nos de la espalda en esta ocasión.
Carlos pauner
|