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Martes, 14 de Septiembre de 2004

DE NUEVO AL TAJO


Un Airbus A-300 me deposita en Kathmandu, capital de Nepal. Parece un sueño. Hace un mes escaso que saboreaba la sensación de volver a casa, trás la larga expedición del Gasherbrum y de nuevo estoy sumergiéndome en otra nueva aventura. Nepal, hermoso reino donde uno se siente como en casa. Encuentro la capital bastante cambiada desde la última vez que estuve aquí. Pocos turistas, muchos comercios cerrados, poca luz. No es casualidad. La sinrazón de unos y otros, la escasa capacidad de alcanzar acuerdos entre la guerrilla maoista y el gobierno de Nepal, han sumergido al país en una profunda crisis que ha hecho que se afecten muchos negocios, incluido el del turismo. No obstante, mi tránsito por Nepal va a ser muy corto, pues mi destino esta vez es el Tibet, ya que la ascensión del Cho Oyu se acomete desde esta vertiente.

Trás un viaje espectacular por carretera, se llega a Kodari, última población nepalí, situada junto al puente de la amistad, que marca la frontera entre Nepal y China. El Tibet, tras la invasión que fue llevada a cabo por el ejército chino hace medio siglo, ahora es una región autónoma de este enorme imperio. Tras los consabidos trámites burocráticos, se toma una carretera que va ascendiendo vertiginosamente abandonando poco a poco la frondosidad de los valles fluviales, hasta alcanzar la meseta del Tibet. Este paraje es totalmente diferente a lo que conocemos. Es una meseta árida, sin apenas vegetación, situada a una altura media sobre el nivel del mar de casi 5.000 m de altura. De esta superficie gris y ocre, de redondeadas colinas, asoman altivos y desafiantes, varias moles gigantes de más de ocho mil metros de altura, entre ellos el Shisha Pangma y el Cho Oyu. Por tanto, el acceso es cómodo, puesto que se realiza en vehículo, pero peligroso, debido a que se gana altura muy rápidamente y no hay que ceder a la tentación de avanzar mucho para llegar al campo base cuanto antes. Se hace obligado partir este viajes en varias etapas de aclimatación, aunque se realicen con un vehículo a motor. Primera etapa, Nyalam a unos 3.600 m de altura. Segunda, Tingri, a unos 4.200 m. Tercera campo base chino, situado a unos 5.000 m, lugar en donde se acaba la ayuda mecánica. Desde aquí, tras un descanso corto, en dos días de camino se llega al campo base alto, situado al pie de la montaña y que se situa 5.700 m.

No es una aproximación larga, lo cual agradezco, ya que me quiero concentrar en la montaña, en su ascensión y deseo llegar cuanto antes al campo base para comenzar la aventura. La oportunidad que se nos brinda de disfrutar del Tibet, de sus paisajes soberbios, de su grandeza y de las peculiaridades de sus habitantes, es uno de los atractivos que tiene esta montaña, mitad de Tibet y mitad de Nepal.  De nuevo habrá que vérselas con el hielo, con las grietas y con el frío. De nuevo habrá que vivir sobre una morrena de piedras por encima de un mar de hielo. De nuevo habrá que dar todo lo que uno lleva dentro para alcanzar esa sublime cota de los ocho mil metros. Poco a poco voy sintiendo como regresan las ganas de superar todas estas dificultades, de ganar altura y ver todo desde otra perspectiva, eso si, esta vez con un paisaje muy diferente bajo mis pies, el paisaje indómito y salvaje de la llanura del Tibet, donde solo una raza de privilegiados mortales, los tibetanos, han sabido sobrevivir y vivir según sus propias creencias. Las banderas de oración de sus grandiosos monasterios nos ayudarán a alcanzar nuestro objetivo.

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