CIMA DEL CHO OYU
8.201 m.
Estoy en lo más alto, pero aún no ha acabado el
esfuerzo. Un planicie me separa del punto culminante de esta montaña.
Se que lo voy a conseguir, nada me puede detener ahora. La noche
ha sido larga y fría. Desde mi pequeño refugio a
7.100 m, llamado normalmente campo 2, he salido a las 3 de la
mañana, encaramándome con rapidez por estas heladas
pendientes de hielo y nieve. Son las 11 de la mañana y
ya veo la cima. Allá al fondo, en el lado contrario de
donde vengo. Veo el Everest, al fondo y se que he llegado. Otra
cima más, como siempre, no sin esfuerzo. Técnicamente,
el Cho Oyu no es nada difícil. La única dificultad
técnica radica en un pequeño resalte de hielo que
está completamente equipado con cuerdas. El resto es una
pendiente de nieve, en ocasiones algo más inclinada. Eso
sí, como todos los ochomiles, es largo y frío. Lo
he podido comprobar esta noche. No ha hecho casi viento, pero
una ligera y helada brisa se metía hasta los huesos. Ahora
ya no importa. Ya he llegado al final, quizás apurando
mucho la maquinaria, para poder aprovechar este primer periodo
de buen tiempo y resolver con celeridad. Creo que el Cho Oyu se
merece esto. Una táctica tranquila, individual y simple.
No hacen falta grandes medios, ni equipos numerosos para subir
esta bella montaña. Solo hace falta ilusión, fuerza
en las piernas y las ideas claras. He podido comprobar como gente
sin ambición se arrastraba por esta montaña, decidiendo
que ya no era posible subir debido al viento, al frio o a yo que
se. También he visto gente con voluntad de hierro, que
sin sobresaltos ni alardes de ningún tipo, han ido ganándole
metros a la montaña, poco a poco, casi susurrando. También
he visto gente que ha apurado al máximo, más allá
de sus posibilidades y que al final han tenido la fortuna de estar
en un campo base con médicos que de forma altruista los
han devuelto a la vida. Que trabajo, escalar montañas y
dedicarse a intentar salvar a aquellos que voluntariamente se
han puesto al borde del abismo. En fin, un poco de todo. Estoy
contento. He apurado y en menos de 10 días de campo base
he subido hasta este punto singular. En dos días establecí
mi único campo a mitad de la montaña y tras tres
días de descanso, salí del campo base para volver
a hacer noche en este lugar a 7.100 m. Luego, de tirón,
con esfuerzo y convicción, me he subido hasta el Cho Oyu.
Ahora veo al otro lado. Veo el Everest, que me hace alguna mueca,
quizás preludio de nuestra próxima cita primaveral.
Recuerdo esta vertiente norte y como peleamos allá hace
ya unos años. Curiosamente, ahora también estoy
acompañado de mi buen amigo y gran himalayista Iñaki
Ochoa de Olza. Hacía tiempo que no coincidíamos
y ha sido un placer podernos abrazar en la cumbre. Recuerdo a
todos los amigos, aquellos con los que he compartido partes de
mi vida y con los que seguramente compartiré muchas cosas
más. Tengo ganas de verlos, de contarles todo. Para ello,
hay que bajar y me aplico a la tarea con celeridad. Adiós
Cho Oyu, ha sido un placer sufrir por tus laderas. Ha sido una
hermosa ascensión en una noble montaña. Me quedo
con ese gran recuerdo y me lanzo para abajo, donde esta la vida,
donde está todo, a donde pertenezco.
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