LUCES Y SOMBRAS
No creo que encuentre satisfacción mayor que poder escribir
estas líneas. Llevamos ya unos cuantos días de expedición
y han pasado muchas cosas. Algunas buenas, otras no tanto. Pero
sin duda, poder abrazar ayer de nuevo a mi amigo José,
ha sido lo más bonito de todos estos días. Ayer
a la tarde, regresábamos José y yo desde el campo
3, a 7.000 m de altura, donde nos habíamos subido para
dar un tirón en la aclimatación. Comenzamos el descenso
y me adelanté un poco respecto a mi compañero. Cuando
llegué al base, recibimos la comunicación de que
José había caído 20 m en una pérfida
grieta que hay al principio de la ruta. Afortunadamente, los asturianos
Rafa y Silvino, de la expedición de Jorge Egocheaga, que
iban por detrás, oyeron los gritos de lamento de nuestro
compañero y consiguieron sacarlo de la grieta, con la ayuda
de una pareja de holandeses y otros expedicionarios que descendían
de la montaña. Media hora más y nada se hubiese
podido hacer por él. Una vez en el base, los doctores Silvino
y Jorge, cosieron las brechas de su cabeza y nos tranquilizaron
a todos. Había tenido mucha suerte, sin duda. José
ha demostrado ser un alpinista de altura. Herido, agotado, aún
y todo, sólo se preocupaba por el trabajo que estaba dando
a los demás. He compartido escaladas con muchas personas,
pero la talla y la bondad de José Vilalta, son muy difíciles
de superar. Así es esta actividad. Cuando menos lo esperas,
al final de la ruta, una grieta te lleva a los infiernos. También
afloran en estos instantes, valores humanos díficiles de
encontrar en nuestra vida cotidiana, como son la solidaridad,
la amistad y el compromiso. Son las luces y las sombras de nuestro
deporte. Esfuerzo, alegría por la superación, camaradería,
dolor, sangre, en definitiva, una amalgama de situaciones que
sólo son entendibles cuando se admite el compromiso de
escalar una de las grandes cumbres del planeta. De momento, una
vez pasado este mal trago, todo continúa sin novedad, deportivamente
hablando. Hemos colocado el campo 2 a 6.300 m y hemos subido hasta
7.000 m de altura. La aclimatación, en mi caso, creo que
está completada. Ahora descansaré tranquilo, esperando
un periodo de buen tiempo que me permita atacar a esta cima del
Karakorum. Mis compañeros van bien, seguros de su proceso,
seguros de que van a poder pelear en lo más alto. Afortunadamente,
Isabel también se encuentra recuperada del golpe que le
produjo una piedra cayendo desde las alturas. Muchos incidentes,
pero también vamos avanzando con paso firme hacia nuestro
objetivo. No puede ser de otra forma. Nos sobrepondremos al dolor,
nos recuperaremos del cansancio, restañaremos las heridas
y continuaremos avanzando hacia arriba, hacia las altas cotas,
hacia esa frontera invisible que separa nuestro mundo del de la
altura extrema. Vienen días de calma, de concentración,
de regocijarse por lo conseguido y prepararse para lo que ha de
venir. Así pasamos los días en el Himalaya, sobreviviendo
y tratando de hacer nuestro trabajo lo mejor posible. Poco a poco
le iremos ganando metros a esta montaña y todos tenemos
la esperanza de que en esta ocasión, el tiempo nos respete
y nos permita hacer nuestro sueño realidad, una vez más.
Carlos pauner
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