CAMINO DE TIBET
El verano ya casi ha acabado y cual aves migratorias, los alpinistas tenemos
una nueva oportunidad para partir hacia esas lejanas tierras del Himalaya.
Allí fraguaremos nuestras aventuras, daremos forma a nuestros más
profundos anhelos y viviremos, en un breve periodo de tiempo, profundas
experiencias, que en unas ocasiones nos harán estremecer de alegría
y en otras, nos arrancarán parte de nuestra propia esencia humana.
Esta es la indisoluble cara y cruz del himalayismo, consustancial a su
naturaleza y aceptada por quienes se internan en sus valles y montañas.
Desgraciadamente, en estos últimos días hemos visto la cara
más amarga de esta dualidad, con el fatal desenlace de la odisea
de Oscar Pérez. Muchos no entenderán su pasión, ni
falta que hace. Otros hablarán y hablarán, sin tener la
más mínima idea de como es este mundo, cosa habitual por
otra parte. Para quienes lo admirábamos, simplemente, rendirle
honores y enviar un fuerte abrazo a sus seres queridos. Todo mi ánimo
en estos momentos.
Impregnados por ese sentimiento común a todos los alpinistas,
por esa pasión de subir montañas, de ascender por encima
de las nubes, de buscar retos de una magnitud que roza lo sobrehumano,
impulsados por ese único motor de esta forma tan especial de vida,
el día 24 de agosto saldremos hacia nuestro nuevo objetivo, el
Shisha Pangma (8.013 m), en la meseta de Tibet. Esta montaña solitaria,
aislada en medio de un vasto altiplano, va a convertirse en nuestro hogar
durante unas cuantas semanas. Javier, Juanito, Tolo y yo, partimos con
ilusión, con ganas, con apoyos suficientes y necesarios por parte
de nuestros patrocinadores, así como por parte de muchos aficionados
que sé que disfrutáis con estas aventuras en los techos
del mundo.
Vamos motivados y tenemos muchas ganas de comenzar a ganar metros por
esas pendientes del Shisha. Antes visitaremos Kathmandu, Lhasa, Sigatshe.
Conoceremos una vez más el Tíbet, esa región habitada
por personajes de leyenda, duros y curtidos, como los yaks que son su
fuente de vida. La vista vagará por esa inmensa meseta y se detendrá
en ese promontorio, en esa discontinuidad evidente y desearemos, sin duda
alguna, dar la vuelta a la situación y poder contemplar desde esa
punta nevada del Shisha, toda la planicie del Tíbet a nuestos pies.
Lucharemos por ello.
Carlos pauner
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